Antes de que se fundara Baní, en 1764, ya el pueblo contaba con su iglesia. Los primeros moradores que se asentaron en esa tierra de la provincia Peravia empezaron a venerar a la Virgen Nuestra Señora de Regla en una pequeña ermita de tabla de palma y hojas que levantaron a final del siglo XVII.
Existen documentos que afirman que en 1695 sacerdotes Jesuitas celebraron un matrimonio en la ermita de Baní. Mientras que en una relación que el arzobispo Pantaleón Álvarez de Abréu hace al Rey de España en el año 1739, también da fe de la existencia de esa capilla.
Desde entonces, la ermita ha sido objeto de varias remodelaciones tras sufrir serios daños en su infraestructura a causa de fenómenos naturales e incendios provocados.
En 1805 el general haitiano Jean Jacques Dessalines incendió la ciudad de Baní, destruyendo su iglesia. Ni bien se había terminado de reconstruir, cuando en 1842 un terremoto volvió a dañarla.
“En 1871 una comisión se encarga de reunir fondos para levantar la iglesia de mampostería, que era una base de piedra, y pisos de mármol. Sobre esos cimientos es que se encuentra la catedral que tenemos hoy”.
En 1876 se coloca la primera piedra y tres años más tarde los banilejos celebraban su inauguración.
La catedral es el ejemplo de la unidad, el trabajo y la cooperación que caracteriza al pueblo banilejo. En cada momento que necesitó restaurar su iglesia, su gente gestionó los fondos y con sus propias manos la edificó.
Una vez iba de paseo el educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos por el centro de Baní y quedó sorprendido al ver la manera entusiasta en que los banilejos se involucraban en las labores de construcción, los hombres colocaban cada piedra. Los niños buscaban la arena del río Baní y las mujeres cargaban cal en sus faldas desde Cerro Gordo. Fue en esa ocasión que Hostos repitió la frase que se ha convertido en lema del municipio: “Baní es una familia”.
Entre 1929 y 1931 se modificó la fachada de la iglesia como se encuentra hoy, se construyeron las capillas, la torre del campanario, la cúpula y la nave central se hizo de hormigón armado. En 1986 se le sometió a otros cambios que contribuyeron a convertir el templo en catedral.
Las más recientes remodelaciones, a un costo de 32 millones de pesos, concluyeron en abril de 2008. Intervinieron la fachada principal, los jardines, el portal y los muros.
Se construyeron las oficinas administrativas. Además, tiene unos murales cuyos bocetos fueron elaborados por el destacado pintor puertoplateño Jaime Colson (1901-1975). Se remozó el altar, los pisos y cambiaron las ventanas por 12 vitrales, además de la reconstrucción del sagrario. Se instaló un nuevo sistema eléctrico de iluminación, un aire acondicionado central y equipos de sonido
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