Esta es una expresión que desde tiempos inmemoriales se viene escuchando con anterioridad en boca de religiosos que anunciaban la inminente segunda venida de Jesucristo para instaurar el mundo ideal, el mundo de Dios.
De un tiempo a esta parte la frase se dice como una manera de asombrarse por los casos extraños y crímenes inconcebibles como el matricidio, parricidio y situaciones de incesto y violación de padres a hijas y de madres a hijos.
La comunicación instantánea que produce la internet por medio de los teléfonos inteligentes y la televisión por cable ha puesto en conocimiento de las personas todos los desastres que suceden en el mundo de hoy.
Es como para perder la fe, pero Jesucristo lo advirtió hace más de dos mil años: mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. De manera que no importa lo que veamos o escuchemos, tengamos fe y no pensemos que ¡El mundo se está acabando!