El 17 de octubre se celebra el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, con el reto de alcanzar el primer Objetivo de Desarrollo Sostenible, que es nada menos que «poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todo el mundo».
El Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza fue proclamado por la ONU en 1992, pero la primera vez que se celebró fue en 1987 en París, cuando más de 100.000 personas se reunieron en la Plaza del Trocadero para manifestarse a favor de los Derechos humanos y la libertad en honor a las víctimas de la pobreza, el hambre, la violencia y el miedo.
La convocatoria fue organizada por Joseph Wresinski, fundador del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo, quien organizó esta campaña y quiso celebrar el que se llamó en un primer momento Día Mundial para la Superación de la Pobreza Extrema.
Aquel día, en la Plaza de Trocadero, se inscribieron los principios de los Derechos Humanos en una losa conmemorativa, que de inauguró como parte de los actos contra la pobreza, y de la que se han hecho réplicas en todo el mundo. Una de ellas está en la sede de la ONU en Nueva York.
Cada año se trabaja en el desarrollo de un lema o tema. El tema del Día Internacional de la Erradicación de la Pobreza 2024 es: «Acabar con el maltrato social e institucional».
La pobreza tiene muchas caras, algunas visibles y otras más difíciles de detectar, pero todas están conectadas. Este año se resalta una de las facetas menos visibles: el «maltrato social e institucional» que padecen quienes viven en la pobreza.
Las personas en situación de pobreza enfrentan actitudes hostiles, siendo estigmatizadas, discriminadas y juzgadas por aspectos como su apariencia, su manera de hablar o incluso por la falta de palabras. A menudo, se les culpa de su situación y se les falta al respeto.
Este maltrato social también genera un maltrato institucional, con políticas y prácticas discriminatorias que les niegan derechos esenciales como la atención médica, la educación, la vivienda, o el acceso a una identidad legal. Ambas formas de violencia se retroalimentan, perpetuando la injusticia.
La situación se agrava aún más para quienes ya sufren otros tipos de discriminación, como por género, orientación sexual, raza o etnia.
Entender la pobreza significa también reconocer cómo estas distintas formas de violencia se entrelazan, afectando profundamente a quienes la padecen. Vivir diariamente con esta deshumanización y maltrato mina la autoestima, destruye la autonomía personal y priva de la dignidad. En definitiva, este maltrato representa una gran pérdida de potencial humano para la sociedad.
La pobreza es en sí misma un problema de derechos humanos urgente y es causa y consecuencia de violaciones de los derechos humanos. Por ello, reducir la pobreza y erradicarla es una obligación de todas las sociedades.