El periodista banilejo Miguel Franjul, director del Listín Diario, en su editorial de este jueves siete de marzo trata sobre lo ríspida que se ha tornada la situación en la sociedad a la hora de enfrentar los problemas que se presentan.
Las cuerdas están muy tensas en cualquiera de los escenarios en los que se debaten los problemas del país, y la prueba la dan los múltiples espíritus que se sublevan, cada día, para no aceptar ideas que les sean contradictorias.
Muchos conflictos, sobre todo los que se dan en contextos de choques de intereses económicos o políticos, desbordan a menudo los límites de la sensatez y la cordura, y alimentan el clima de irritación y sensibilidad de la ciudadanía.
Los protagonistas o contendores echan mano fácil a las armas del denuesto, la descalificación o la injuria; a la sedición mediática y a otras formas defensivas, pero engañosas, para defender sus “verdades” o las “razones” de las causas que defienden, aunque estas adolezcan de sólidos fundamentos.
¿Qué se impone? Pues, bajar el tono.
Este debería ser el primer reclamo de una sociedad que luce cada día más irritada e inquieta por la violencia verbal que acompaña las confrontaciones entre los intereses en conflicto, entre ciudadanos que no logran entenderse ni ceder cuando afloran los desacuerdos mutuos, y en la propensión a cerrar caminos de conciliación y a abrir las puertas de la confrontación.
El clima de convivencia social se está haciendo más pesado, más inaguantable, en la medida que estas cuerdas se tensan más de la cuenta al calor de las luchas por el poder, las que fanatizan a los que quieren preservarlo y a los que tratan de disputarlo y alcanzarlo, o en la guerra por el lucro o por la ganancia fácil y rápida, donde matar o secuestrar está permitido.
Bajar el tono significa abrir espacio a la cordura, escuchar pacientemente los argumentos del otro, aunque no nos guste, aceptar las reglas de la democracia y enterrar las hachas de la discordia.
Bajando el tono podemos sacar a esta sociedad del clima de tensiones e inquietudes que gravita negativamente sobre el ánimo de los ciudadanos, muy abatido por los crímenes, las frustraciones y los chismes baratos de la politiquería.