El compueblano periodista banilejo Miguel Franjul, director del Listín Diario, en su editorial de este día analiza las situaciones que van drenando la salud mental en nuestro país.
Hay un drama cotidiano que se vive a puertas cerradas, en la intimidad de miles de hogares dominicanos, cuyos ecos se sienten en la desesperación generalizada que cada vez más impregna a nuestra sociedad.
Hablamos de los efectos acumulativos que tienen los fallos sistemáticos de los servicios públicos sobre el equilibrio emocional y mental de las personas.
Esto, sumado a otros factores como la inseguridad, el caos del tránsito y la inflación, crea un entorno hostil para la tranquilidad y el bienestar de la ciudadanía.
Pensemos en el caso del trabajador promedio que, después de una jornada laboral de ocho horas, debe enfrentarse a un sistema de transporte público caótico, o peor aún, a taponamientos de hasta dos horas si tiene vehículo propio.
Esas horas en el tráfico no son solo una pérdida de tiempo; son una fuente de frustración, ansiedad y agotamiento que se suma al peso ya considerable de un día de trabajo.
Al llegar a su hogar, es muy posible que se encuentre con otro problema: los apagones.
Con temperaturas calurosas y sin energía eléctrica, descansar, refrescarse o simplemente desconectar viendo televisión se vuelve un lujo reservado para aquellos con la suerte de tener un inversor.
Los demás, en cambio, deben resignarse a la oscuridad y al calor sofocante, lo que aumenta el estrés y, en muchos casos, desemboca en insomnio y mal humor.
Pero el drama no termina ahí. Muchos dominicanos enfrentan también la inseguridad en sus barrios, una constante sensación de peligro que transforma lo que debería ser un refugio seguro en un lugar donde el miedo está siempre presente.
A eso se le suma la escalada de los precios de los productos básicos, lo que empuja a las familias a una lucha diaria por sobrevivir con ingresos que cada vez alcanzan menos.
Esta combinación de problemas crea un cóctel explosivo que afecta silenciosamente la salud mental de quienes lo padecen.
Si bien estas realidades no aparecen en los registros de personas que acuden a consultas psicológicas o psiquiátricas, no cabe duda de que miles de dominicanos están sufriendo hoy en silencio el desgaste emocional de vivir bajo estas condiciones.