La Virgen de la Merced o Nuestra Señora de las Mercedes es una advocación mariana venerada por los católicos de la bienaventurada Virgen María. Es equivalente también el nombre de Virgen de la Misericordia. Su fiesta se celebra el día 24 de septiembre.
Esta advocación tiene su inicio, cuando el 1 de agosto de 1218 la Virgen María —en su advocación de Virgen de la Merced— se apareció por separado a 3 ilustres personajes de Barcelona: a Pedro Nolasco, quien sería el fundador de la Orden de la Merced; al rey Jaime I de Aragón, conocido como el Conquistador, y reinante en aquel momento en la Corona de Aragón, y a Raimundo de Peñafort, fraile dominico, maestro general de su orden de predicadores, y confesor de Pedro Nolasco. Diez días después de la aparición, los tres caballeros se encontraron en la catedral de Barcelona y compartieron haber tenido la misma aparición: la Virgen María les pedía la fundación de una orden religiosa dedicada a la redención de los cautivos. Sería la Orden de la Merced para la redención de los cautivos. Es la patrona de la República Dominicana.
La devoción a la Virgen de la Merced se difundió muy pronto por Cataluña y de ahí al resto de España, por Francia y por Italia, a partir del siglo XIII con la labor de redención de estos religiosos y sus cofrades.
Con la evangelización de América, en la que la Orden de la Merced participó desde sus mismos inicios, la devoción se extendió y arraigó profundamente en todo el territorio americano, siendo el santo cerro el vestigio más antiguo de esta devoción.
Con la llegada en el 1527 de fray Francisco de Bobadilla, vicario general de los mercedarios, y otros 12 presbíteros, los mercedarios se extendieron por el Santo Cerro de La Vega, Santiago y Azua, construyendo en esos lugares monasterios, lo que contribuyó grandemente al afianzamiento de la devoción a la Virgen de Las Mercedes en toda la isla Española.
Los primeros años del siglo XVII trajeron consigo una serie de desgracias para la isla. Mientras Santo Domingo escapaba de los terremotos que habían devastado Santiago y La Vega en años anteriores, el 8 de septiembre de 1615, un terrible terremoto de magnitud nueve en la escala de Mercalli sacudió la ciudad. Este evento desencadenó una serie de réplicas que persistieron durante más de 40 días, dejando a su paso destrucción y cobrando la vida de 24 personas. Durante esos 40 angustiosos días, los habitantes se sumieron en un profundo horror. Buscando refugio bajo los techos del convento de la Merced y sus claustros, abandonaron sus hogares para implorar la protección divina.
La tradición cuenta que durante este período de angustia, la imagen de la Santísima Virgen de las Mercedes, resguardada en el convento, mostraba manifestaciones sorprendentes y sobrenaturales, alternando entre expresiones de tristeza y alegría. Estas señales extraordinarias se interpretaron como un llamado divino a la penitencia y se creyó que contribuyeron a la suspensión del terremoto.
Este episodio fue documentado de manera auténtica por el deán Diego de Manceda, y en la obra manuscrita de Tirso de Molina, titulada Historia de la Orden de la Merced, se narran los milagros de la Virgen durante el terremoto de 1615. La Real Audiencia de Santo Domingo y el cabildo de Santo Domingo proclamaron a la Virgen de las Mercedes como la patrona de la ciudad y de toda la isla Española. A partir de entonces, se celebraba anualmente una fiesta de gracias en los conventos para conmemorar ese acto de agradecimiento.
Desde épocas anteriores, a la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes se le atribuían milagros portentosos, respaldados por diversos relatos. Uno de los relatos más notables narra la experiencia de pescadores en Gran Canaria que, tras una pesca exitosa, quedaron atrapados en el mar debido a un fuerte viento. Sin brújula ni herramientas de navegación, solo con una pequeña vela como guía, sobrevivieron siete días sin comida después de arrojar su carga. En su desesperación, hicieron votos a diversas imágenes, y uno de ellos pensó en la Virgen de Santo Domingo. Prometieron visitar su templo desde cualquier lugar al que llegaran, incluso si debían hacerlo de rodillas y con la vela como símbolo de su compromiso. Poco después, avistaron tierra, creyendo que era África, pero resultó ser Santo Domingo de la Española, habiendo recorrido más de mil quinientas leguas en siete días. En agradecimiento, la pequeña embarcación y la vela se colocaron en una iglesia como testimonio del milagro. Este episodio, junto con otros favores milagrosos, llevó a la fundación de conventos de la Orden de la Merced en diferentes lugares, incluyendo Santiago y Azua, enriquecidos con lujosos ornamentos y valiosas riquezas.
El 21 de enero de 1691, en la batalla de Sabana Real de la Limonada, el Ejército Real de Santo Domingo llevó un estandarte con la imagen de la Virgen de las Mercedes y la invocó en su lucha contra los franceses, marcando así el fortalecimiento de su devoción. Al mismo tiempo, los soldados de la parte Este de la isla invocaron a la advocación Nuestra Señora de la Altagracia, cuya intervención fue crucial en la victoria de las fuerzas criollas. Este evento marcó el fortalecimiento de la devoción a la Virgen de las Mercedes y el inicio del culto a la Virgen de la Altagracia en toda la isla.
Inicialmente, la festividad de Nuestra Señora de las Mercedes solía celebrarse el 8 de septiembre, la fecha del mencionado terremoto. Sin embargo, en 1740, una Real Cédula de Felipe V de España cambió la fecha de la festividad al 24 de septiembre en consonancia con la fecha establecida por el papa Inocencio XII en 1696.
En 1808, durante la guerra de la reconquista, la imagen de la Virgen de las Mercedes fue venerada por las tropas de Juan Sánchez Ramírez en las vísperas de la batalla de Palo Hincado. Las fuerzas criollas proclamaron a la Virgen como su guía espiritual en la lucha en favor de Fernando VII de España, llevando consigo la sagrada imagen en un estandarte. En julio de 1809, después de una victoria aplastante sobre las fuerzas francesas, Sánchez Ramírez entró triunfante en Santo Domingo llevando el estandarte que contenía la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes.
El Libertador y primer presidente constitucional de la República Dominicana, Pedro Santana, profesaba una devoción especial hacia la Virgen de las Mercedes, cuyos sentimientos religiosos y amor eran ampliamente reconocidos. Santana ofreció a una imagen de la Virgen en El Seibo unos pequeños grillos de metal precioso como muestra de su devoción. En septiembre de 1858, Santana, al regresar victorioso de su expedición en el Cibao, visitó la Iglesia de las Mercedes, donde se elevó una Salve en honor a Nuestra Señora de las Mercedes, en cumplimiento de una promesa previamente hecha por Santana.
Durante la guerra de independencia dominicana, en la batalla de Santomé, José María Cabral aclamó a la Virgen de las Mercedes en uno de los momentos más críticos del combate, que culminó con la victoria dominicana sobre las fuerzas haitianas.
En 1880, se dio inicio a la construcción del Santuario de Nuestra Señora de las Mercedes o del Santo Cerro en La Vega, bajo la dirección del arquitecto Alarife Onofre de Lora y la supervisión del vicario apostólico Roque Cochia. Esta obra arquitectónica se completó después de 17 años. Desde entonces, el santuario se ha convertido en un punto de referencia espiritual y cultural que atrae miles de visitantes durante todo el año. El santuario se ha convertido en un lugar de peregrinación y devoción tanto para los dominicanos como para los turistas que buscan experimentar la rica herencia espiritual y cultural de la región. Cada año, el Santuario de Nuestra Señora de las Mercedes es visitado constantemente por dominicanos devotos y personas de diferentes lugares que acuden en peregrinación. Subir la montaña donde se encuentra el santuario es una tradición considerada una penitencia en busca de las bendiciones y gracias de la Virgen. Este acto de fe y devoción a menudo impulsa a los peregrinos a realizar largas caminatas hacia el santuario. Durante el día de Nuestra Señora de las Mercedes y en la temporada cercana a esta festividad, estas peregrinaciones alcanzan su punto culminante, inundando el camino con personas que expresan su devoción de manera conmovedora. Los devotos que realizan estas peregrinaciones a menudo llevan consigo regalos, limosnas y, en algunos casos, trajes y prendas para vestir a la Virgen de las Mercedes en el altar del Santo Cerro.
El relato histórico de Nuestra Señora de las Mercedes en el Santo Cerro ha estado sujeto a la confusión y a la mitificación de los eventos reales. A lo largo del tiempo, una serie de mitos y leyendas han distorsionado la verdadera historia de su veneración y el santuario del Santo Cerro. La leyenda gira en torno a la primera gran batalla entre europeos e indios, conocida como la batalla de la Vega Real o la batalla del Santo Cerro, en la cual se relata que la Virgen de las Mercedes protegió a Cristóbal Colón y sus aliados de la coalición indígena que se les opuso. En realidad, este relato no tiene evidencia documentada de su existencia hasta el siglo XVIII.
Fue en el año 1750 cuando esta historia hizo una de sus primeras apariciones, gracias a la obra de fray Diego de Mondragón, titulada Crónica de la Orden de la Merced en América, publicada en Lima. Luego, en 1853, resurgió en La Habana a través de la obra de Antonio Del Monte y Tejeda, Historia de Santo Domingo, tomo 1, donde respaldó esta narrativa con las tradiciones de la Orden de la Merced. En ese momento, el relato apócrifo ya se había arraigado en el imaginario colectivo mercedario, de tal manera que incluso en las paredes del convento de la Merced en La Habana, yacía una pintura que detallaba la ficticia aparición. Esta invención apócrifa se extendió a otras iglesias mercedarias en lugares como Lima, México, Puebla, Caracas, Puerto Rico y Chile.
El presbítero Carlos Nouel también contribuyó a la difusión de esta historia basándose en el relato de Antonio Del Monte. Fue el vicario Roque Cocchia quien, en enero de 1880, propagó la aparición apócrifa de la Virgen de las Mercedes, tomando como referencia el libro de Del Monte. Incluso el historiador Bernardo Pichardo, cuyo libro Resumen de Historia Patria, fue un texto escolar durante muchas décadas, ayudó a difundir esta versión errónea.
Sin embargo, con el tiempo, se han realizado evaluaciones históricas que han demostrado la falta de fundamento de esta historia. Algunos historiadores afirman que la batalla incluso no ocurrió en el Santo Cerro, y la cruz venerada allí no guarda relación con esa batalla ni con la afirmación de que los indios intentaron destruir e incendiar el símbolo de la cristiandad. Aunque algunos historiadores cayeron en el error de repetir los yerros de Roque Cocchia, otros no aceptaron nunca esa versión, sobre todo cuando cronistas, como el fraile Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo y el propio Colón, nunca mencionaron el ultraje de los indios a la cruz, ni la supuesta aparición de la Virgen. Esa cruz que se plantó, por primera vez en América, en el Santo Cerro, no guarda relación alguna ni con la batalla, ni con la aparición de la Virgen, ni con el triunfo de los españoles sobre los indígenas.
Los historiadores veganos Mario Concepción y Francisco Torres Petitón siempre dieron a este relato del obispo Cocchia una categoría de leyenda, aunque no dejaron de reconocer la gran importancia del Santuario de la Virgen de las Mercedes en el Santo Cerro. Juan Antonio Flores Santana, quien fue obispo de La Vega, tampoco creía en el relato apócrifo. Sin embargo, es cierto que la versión apócrifa de estos eventos ha sido la más difundida en la República Dominicana a lo largo de los años y ha prevalecido.